MAGALI Lara.

 

Francisco Hinojosa

La obra de Magali Lara es única e inconfundible. A lo largo de más de treinta años ha mantenido y desarrollado una idea del mundo y de sí misma que está contenida en su variada y prolífica obra. Es sin duda una de las artistas mexicanas más completas de su generación. Tempranamente dueña de un estilo propio -al que ha sido fiel y al que sabido cortejar para obtener de él sus mayores bondades-, su pintura se ha nutrido lo mismo de poesía, narrativa y filosofía, que de música y cine. La Naturaleza, el cuerpo y los objetos cotidianos están con frecuencia presentes. Pero sobre todo la palabra. No basta con representar las cosas: para que expresen su fuerza y su intimidad, necesitan ser obligadas a hablar, a decirse, a volverse a trazar. Por ello es frecuente en su obra el diálogo entre el texto y la imagen: las palabras nunca están de más.
De la tela al papel, del gobelino a la cerámica y el libro-objeto, del gouache a la gráfica, del óleo a la tinta y el lápiz, del pequeño formato a los cuadros de grandes dimensiones, la obra de Magali no se detiene, está en constante búsqueda y experimentación. Sus itinerarios son también muy diversos: lo mismo transita por el Kafka de Deleuze y por los senderos del budismo zen, que conversa con Dylan Thomas, José Lezama Lima, María Baranda o Carmen Boullosa, exorciza su miedo onírico a las serpientes y se detiene en la saga cinematográfica de Alien. Su obra es una expresión del contacto del cuerpo con el mundo, una lectura apasionada de todo lo que manifiesta un germen de vida, de ahí que la retrospectiva que tuvo lugar en el Museo Universitario de Ciencias y Arte en el 2005 se llamara \"Mi versión de los hechos\".
Mucho de lo que sucede en el escenario en el que la música tiene lugar -parece decirnos Magali en este grabado- es imperceptible a la mirada desatenta. Hay que saber atraparlo de otra manera. No son las voces y las notas las que se cuelan por las entrañas del micrófono, los cables y los amplificadores del sonido: de ellos mismos brotan los tejidos sutiles de la música y el canto. ¿Cuál es el lugar? ¿Cómo encontrarlo? Somos los asistentes a un gran espectáculo del mundo que apenas puede captar unas cuantas sensaciones, que recibe ríos de notas que van a dar a ese mar que se dio cita en el escenario.
Una es la historia que sucede en el estrado y otras muchas las que se leen y se escuchan desde los asientos. Todas participan de un mismo ámbito, a pesar de que son muy distintas en sus percepciones. Sin embargo, ninguno de los protagonistas del evento -intérpretes, instrumentos y auditorio- están presentes en la imagen de Magali: dejan su lugar a los testigos permanentes, mudos, casi olvidados, de lo sucedido en escena. Entonces, esos objetos -los atriles sin sus partituras, los micrófonos sin los cantantes que les dan sentido, el recinto deshabitado- empiezan a conversar y a querer decir algo que seguramente escapó a nuestros sentidos, algo que ha sido guardado en su memoria y en el espacio que los cobija. ¿Son haces de luz o de sonido los que bañan con su chorro la imagen? ¿O son surtidores de silencios? ¿Reflectores que surgen de nuestra intromisión?
Una lectura visual de las voces y los instrumentos, una aspiración de sus más delicados y potentes perfumes, un distingo de los colores que los iluminan, un baño bajo una fuente bondadosa de luz: este grabado detiene un instante que no existe sino en la representación del diálogo entre quien ve y quien escucha, entre quien recibe y quien interpreta. Momento congelado que se alimenta de lo que ya pasó o está por pasar, de la soledad íntima del silencio, de la vida privada de los objetos. Hay también una mirada voyeurista en la imagen a la que Magali nos invita a observar a través del ojo de la cerradura: somos los ausentes gracias a que aceptamos el papel de estatuas de piedra. Los viajes de Magali Lara a sus propias Ítacas cavafianas ya nos han dejado sus batallas contra Cíclopes y Poseidones, así como también muchas \"bellas mercancías\" y la experiencia otorgada por los desplazamientos. Este grabado, que es también otra de sus versiones personales de los hechos, quiere convidarnos a mirar lo que muchas veces no podemos ver sin la ayuda del arte.

Tel. (52 777) 317 3956. Cuernavaca, Mor. México.
oficinamagalilar@gmail.com.