DESCUBRIENDO en el paisaje glaciar su crisis interna.

February 11, 2009

Por Sandra Licona
El Universal
Miércoles 11 de febrero de 2009

Para celebrar su 50 aniversario Magali Lara, visitó los Glaciares de la Patagonia en Argentina. El viaje coincidió con la muerte de su madre y con una crisis familiar que se anunciaba desde hacía años. La artista plástica no salió intacta de sendas experiencias y el resultado fue una serie de pequeños dibujos a lápiz, que representan una analogía entre la destrucción de los glaciares y la deconstrucción familiar.
\"Una amiga, Pura López-Colomé, me dijo que los derrumbes de los glaciares se oyen como fuego, es como muy orgásmico, pero hay momentos en los que tú los oyes y no ves nada, y es un sonido aterrador, y eso me hizo recordar que las crisis familiares también uno las oye antes del derrumbe, y esa es mi metáfora\".
Glaciares se convirtió en una exposición que se inaugurará mañana jueves en la Sala de Arte Público Siqueiros y que, además de los dibujos, consta de una animación realizada por Luis Ordóñez y musicalizada por Ana Lara, compositora contemporánea.
Si bien Lara explora en este paisaje de destrucción su memoria y las conexiones entre ésta y la naturaleza, y alude a las inexorables transformaciones y pérdidas en la vida, también pretende despertar el sentido de contemplación del espectador con su propia cadencia poética.
\"Traté de hacer una obra que no desdijera los cambios que han habido en las artes visuales, pero que al mismo tiempo pudiera incluir un mundo privado, una observación afectiva, y es que el componente humano, el personaje, me sigue importando mucho\", dice en entrevista.
Para Magali Lara (1956), el paisaje siempre ha sido una preocupación como género pictórico o visual, en el sentido de hasta dónde podemos reconocernos en él. \"Siempre les digo a mis alumnos que si no pueden dibujar desnudos, que hagan plantas, que abarcan un vocabulario muy amplio de formas y al mismo tiempo implica una observación no sólo de lo grande sino de lo muy, muy pequeño\".
Sin embargo, esta artista cree que hoy día, en el arte, la idea de la contemplación no existe, y que todo lo que no tiene que ver texto o con concepto no es válido.
“El arte sigue siendo un lugar de emoción y de conexión. Entiendo que era importante que se diera apertura a nuevas estructuras de trabajo, pero creo que hemos llegado en México a un punto muerto o de repetición y de vanagloriar la ocurrencia como si ésta pudiera, en sí misma, conformar una obra, no digo que no haya ocurrencias extraordinariamente poéticas, pero excluir la pintura o la poesía es excesivo\".
—¿Desde pequeña tuvo contacto con el arte?
—Para nada, crecimos en una casa muy clase media, tengo hermanos más grandes, así que la enciclopedia que teníamos se lla¬maba \"Tesoro de la juventud\". Lo que sí es verdad es que mis padres estaban muy a favor de la educación. Para tener un nivel de vida, para pasar crisis, eran necesarios los estudios. Ellos fueron yucatecos y vivieron la decadencia de las haciendas por el henequén, muchos de nuestros conocidos, aunque tenían una profesión, nunca tuvieron esta capacidad de relacionarse con la vida diaria, y mamá sí tenía esta cosa feminista de pensar que una mujer debía tener su propio dinero; así, más que un ambiente intelectual, lo que había era una puerta abierta a la educación para hacer lo que uno quisiera.
—¿ Reconoce en su trabajo una dualidad entre lo cotidiano y lo simbólico?
—Sí, haber sido una lectora precoz y al mismo tiempo obsesiva, me hizo entender cosas teóricas pero desde un lugar más práctico. Después de leer una novela ya no sólo es importante quién la cuenta sino cómo está contada, qué dice o qué no dice. La poesía te puede dar en un verso, en un lenguaje que a veces casi no comprendes, una sensación vital muy clara.
—¿Como en la poesía, sus obras tienen esta carga metafórica?
—Sí, yo tengo un pensamiento poético o eso espero. Creo en la inteligencia que parte de la intuición.
—¿Por qué eligió el camino del arte plástico y no la literatura?
—Quería ser escritora, pero en la adolescencia me llegó el cuerpo, evidentemente para mí fue insospechado, la parte de la sensualidad y de ansiedad física de cuerpo fue más fuerte que la intelectual o analítica, entonces las palabras no eran suficientes, en cambio pintar o dibujar implicaba todo y me imagino, viéndolo a la distancia, que había una parte mía, no dicha, que tenía que ver con las imágenes, que me era más fácil conectar o expresar.
—¿Las artes plásticas como una forma de reinvención, pero también de reencuentro?
—Las dos cosas, uno es lo que es, pero no todo está en la misma proporción siempre, ya después de la menopausia empecé a hacer un trabajo abstracto, que se parece mucho a las primeras cosas que yo hacía. Lo que ten¬go ahora es que puedo disponer de eso sin estar dando explicaciones. Sí, la experiencia, a saber del dolor y de la vida te da como una libertad distinta.
Empecé dibujando objetos porque siempre he sido más de adentro que de afuera. Me gusta la casa, soy súper doméstica y en mi casa materna me impresionaba cómo los objetos decían mucho de las personas. Vivimos en una casa donde había mucha gente, entonces tener objetos propios y acomodarlos según tu gusto era lo importante, era como tener un territorio, una geografía propia. Fuimos cuatro hombres y cinco mujeres, pero vivían mis abuelas y mi mamá tenía un grupo de amigas que se contaba todo y eso era fantástico. Además, las mujeres yucatecas tienen un sentido del humor muy irónico, todo parecía súper decente, pero en el fondo eran muy malvadas y eso siempre me fascinó, creo que tenía ganas de contar mi historia desde este lugar, desde este cuerpo desconocido para mí, desde la vida diaria.

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