Las flores y el sexo

Escuché una vez decir que el vacío que sentimos las mujeres, la necesidad del otro, muy probablemente venía de la matriz, que es hueca y espera ser llenada. En estos dibujos que hice en 1986 para la exposición de La infiel en el Museo Carrillo Gil, hay un centro que sí está colocado en un triángulo, pero tan oculto por la pintura tan narrativa que lo circunscribe, que hasta hoy me doy cuenta. Estas obras marcaron un giro de un trabajo con cierto aire conceptual a una figuración próxima a María Izquierdo y algunos otros representantes menores de la Escuela Mexicana, donde el bodegón tuvo sus mejores momentos. No hay nada más metafísico que la serie de cuadros de María de los Huauchinangos que nos recuerdan que las revelaciones también se dan en pequeñas circunstancias cotidianas. Para mí marcaban el regreso a la historia de las mujeres de mi casa, mi abuela y mi madre, que pintaban bodegones y flores, pero que asocié al deseo de reproducir, de repetir. Pintar me regresaba a un lugar donde las tradiciones eran importantes. Siempre tengo la sensación de que es un enorme desafío encontrar una manera personal de pintar en México y que por eso no se acaba la pintura.

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